IDP: Desplazados internos, por sus siglas en inglés
(Internally Displaced person).
Hoy he visitado, por primera vez desde mi llegada a Yemen,
un campo de desplazados. Todos los que había visto hasta ahora estaban en la
pantalla del televisor. Pero hay una diferencia abismal. Para empezar, tienen
una cámara delante que les está dando visibilidad a nivel internacional,
seguramente estén gestionadas por organizaciones humanitarias que les han
facilitado el acceso, como consecuencia de ello, lo más probable es que cuenten con un
mínimo nivel de seguridad, y de distribución de alimentos, …
En el campo que hoy visité, situado en el noroeste de Yemen,
como en muchos de los que se encuentran en la zona, no hay cámaras, ni una
distribución regular de alimentos, las tiendas están construidas con lo poco
que encuentran a su alrededor y con el material que alguna organización se
dignó a dejar por última vez hace ya un año. Las agencias de ayuda humanitaria
destacan por su ausencia. Sólo quedamos nosotros. A eso hay que añadir las
condiciones climáticas extremas (en medio del desierto, con más de 40 grados de
temperatura, rachas de vientos huracanados, o días de lluvias intensas cuya
agua se lleva por delante todo lo que encuentra a su paso). La única presencia
extranjera que reciben es la de los aviones saudíes sobrevolándoles, y cuyo
sonido amenazador temen, al no saber cual es el objetivo sobre el que buscan
descargar sus bombas.
Muchas de las familias que malviven en estos campos
provienen de Saada, que después de los bombardeos huyeron a Harad, para luego
volver a desplazarse, tras nuevos ataques, hasta acabar aquí, y temiendo
tener que desplazarse una vez más en cualquier momento. La historia de sus
vidas es la de una huida permanente sin un destino determinado, sin más esperanza
que la de sobrevivir.
Algunos han tenido suerte, pues han sido acogidos por
familiares que ya vivían en la zona, convirtiendo muchos hogares en zulos con
más de 30 miembros de una misma familia compartiendo camas e intimidad. Otros
no han tenido esa "suerte", y han debido empezar desde cero. Observando las
tiendas de los campamentos, casi se puede considerar que viven a la intemperie,
pues la fragilidad y pésima calidad de las estructuras son como papel de seda
para el viento que azota este extenso territorio.
Los alimentos son distribuidos por una agencia de Naciones
Unidas, pero de manera irregular y sólo desde determinados puntos, a una
distancia considerable para la mayoría. La cesta de comida consiste básicamente en harina, judías y azúcar.
No hay electricidad. Los servicios médicos están facilitados por el Ministerio
de la Salud (que carece de personal y medicamentos ) y por la
organización para la cual trabajo, que no da abasto: Para poder estar presente en
los campos donde hay más necesidad, tiene que
hacer una rotación cada día, de manera que abre una vez a la semana en cada
campo.
Lo más desolador es este abandono, esta ausencia de atención
por parte de cualquier entidad capaz de escuchar sus demandas, y atender
sus necesidades. Lo más desolador es la falta de humanidad, la cual vi plasmada
de una manera chocante, en la persona de un chico que vivía atado de pies y
manos, como consecuencia del carácter violento que había desarrollado tras los
constantes bombardeos. La falta de atención psiquiátrica, que tan necesaria se
hace en contextos como éstos, es considerado como un lujo occidental,
ensombrecido por otras necesidades igualmente importantes como la alimentación.
Las organizaciones no vienen porque no la consideran una
zona segura. Esta decisión la toman desde sus cómodas oficinas en Houdeidah, a
cientos de kilómetros de distancia. Los desplazados con los cuáles hablamos nos
transmitían su frustración ante esta ausencia de interlocutores, que me hacía
pensar en el modelo empresarial actual, en el que con tanta jerarquía uno al
final no sabe quien toma las decisiones. Lo paradójico es que aquí hablamos de
organizaciones “humanitarias”.
Como decía uno de ellos, los tanques de agua tienen grabados los logos de varias organizaciones,
pero el nuestro, que es la única organización que hasta el momento abastece de
agua la región, no está entre ellos. No hace falta.
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IDP: Internally Displaced person
Today I
visited for the first time since my arrival in Yemen, an IDP camp. All the ones
I had seen so far were on the TV screen. But there is a huge difference. To
begin with, they have a camera in front of them which is giving them visibility
at an international level, they are likely managed by humanitarian
organizations who have given them access, as a result, most likely they have a
minimum level of security, and food distribution …
In the camp
I visited today, which is located in north-western Yemen, as in many others in
the area, there are no cameras, no regular distribution of food, tents are built
with the little they find around and with the material that some organization
deigned to leave for the last time a year ago. The aid agencies are conspicuous
by their absence. Just us. To this it must be added the extreme weather
conditions (in the middle of the desert, with over 40 degree temperatures,
gusting winds, or days of heavy rains whose water sweep away everything in its
path). The only foreign presences they receive are the Saidi aircraft flying
over their heads, whose menacing sound they fear for not knowing what is the
target they are looking for to unload their bombs.
Many of the
families who struggle in these fields come from Saada, that after the bombing
fled to Harad, then move again after new attacks, to end here, and dreading
having to move again at any time. The story of their lives is that of a
permanent flight without a particular destination, with the only hope of surviving.
Some have
been lucky, as they have been taken in by relatives already living in the area,
converting many homes in hideouts, with more than 30 members of the same family
sharing beds and privacy. Others have not had that "luck" and have
had to start from scratch. Noting the tents of the camps, it can almost be
considered they are living in the open, as the fragility and poor quality of the structures are like tissue paper to the wind that whips this vast territory.
Food is
distributed by a UN agency, but irregularly and only from certain points, at a
considerable distance for most. The food basket consists basically of flour,
beans and sugar. There is no electricity. Medical services are provided by the
Ministry of Health (lacking personnel and medicines) and the organization for
which I work, which can not cope: In order to be present in fields where there
is more need, they have to do a rotation every day, so that it can open once a
week in each field.
What is most
distressing is this abandonment, this lack of attention by any entity able to
listen to their demands, and meet their needs. What is most distressing is the
lack of humanity, which I saw shockingly embodied in the person of a boy who
lived tied hand and foot, as a result of a violent nature that he had developed
after the constant bombing. The lack of psychiatric care, which is so necessary
in situations like these, is considered a western luxury, overshadowed by
other equally important needs such as food.
Organizations
do not come because they do not consider it a safe area. This decision was
taken from their comfortable offices in Houdeidah, hundreds of kilometres away. Some displaced we spoke with conveyed to us their frustration at this lack of physical
presence, which made me think of the current business model, in which there is
such a hierarchy that in the end no ones know who makes the decisions. The
paradox is that here we are speaking of "humanitarian" organizations.
As displaced
noted, the water tanks have visibly engraved the logos of various
organizations, but ours, which is the only one so far that supplies water to the
region, is not among them. There is no need.
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