domingo, 19 de febrero de 2012

La importancia de los movimientos sociales como centros de reflexión


No quería en principio escribir sobre este tema porque me parece que está ya lo suficiente trillado, especialmente en España. Sin embargo, no puedo dejar de sentir cierta frustración cada vez que hablo con la gente que no muestra ni el más mínimo signo de inquietud, los que aceptan el sistema tan cual viene sin plantearse ni reflexionar sobre alternativas posibles.

Preferimos criticar a los que se manifiestan, a los que están contra este sistema sin plantearnos al menos un poco si el que estamos eligiendo es el que nos va dar la solución, si no habrá otros sistemas posibles que habría que investigar. En definitiva, si no deberíamos documentarnos en este sentido con el objetivo de ser capaces de alimentar y argumentar nuestras afirmaciones. No hablo del socialismo, del comunismo, ni de cualquier otro ismo en concreto, simplemente de otras opciones, punto. Tenemos la costumbre en España, por lo general, de pensar en las dos únicas alternativas que se nos ofrecen y que se ven reflejadas en los dos partidos políticos mayoritarios, es decir, el Partido Socialista (PSOE) o el Partido Popular, conservador. O es uno, o es otro. Pero ¿no nos damos cuenta de que tanto uno como otro juegan en base a unas reglas que van más allá de los programas nacionales y que, en consecuencia, quizás hay que pensar, replantearse y reflexionar sobre el sistema de manera más global?

Se tacha de utopía los ideales de estos movimientos que han surgido a raíz de la crisis y que se conocen comúnmente como “indignados”. No voy a entrar a hablar de si sus reivindicaciones son o no constructivas, de si son o no válidas, pero si quiero transmitir que el simple hecho de que existan me parece de gran valor pues se niegan a asumir las cosas tal cual vienen y buscan, a través de su reivindicación, crear un cuestionamiento y compensar la balanza para que al menos el peso no caiga completamente a favor del sistema capitalista y liberal que parece estar asentándose poco a poco en todos los países occidentales.

Siempre pongo como ejemplo el caso de las reivindicaciones de las mujeres a lo largo del siglo XX porque me parece el más significativo. Se tachaba entonces a estas mujeres de revolucionarias, de ir contra el sistema, de locas. Eran las “perroflautas” de la época, me imagino. Sin embargo, gracias a ellas ahora nosotras podemos votar, trabajar, ser propietarias de una vivienda y tener, al menos sobre el papel, las mismas condiciones de igualdad que los hombres. Y eso no se consiguió de la noche a la mañana, sino que supuso una lucha contra marea y enfrentándose a numerosas críticas incluso por parte de las propias mujeres.

Suelo ser bastante insistente sobre mi convencimiento de lo beneficioso de los movimientos reivindicativos, de las manifestaciones, sea cual sea el motivo (siempre y cuando se respeten los derechos humanos) pues son éstas las que permiten a la sociedad evolucionar. Sin ellas, viviríamos en un sistema estancado donde los poderes públicos se verían con absoluta impunidad para hacer y deshacer a su gusto. Estoy absolutamente a favor de las críticas tanto en un sentido como en otro (ya sean dirigidas a sindicatos, partidos portidos políticos, empresas, ongs...), pero no de las críticas que se hacen en los bares entre los colegas durante el descanso del café, sino de las que se hacen en la calle y que consiguen llamar la atención de los medios, esas me parecen más valientes y valiosas.

Tampoco estoy de acuerdo con que la democracia ya se ejerce lo suficiente a través del voto, eligiendo un partido u otro según creamos que representa mejor nuestros principios pues como decía antes, el problema ya no es tanto nacional sino que con la globalización y la alta dependencia entre los diferentes países, es también una cuestión que va más allá y que de manera indirecta se nos impone.

Nos encontramos en una situación en la que ya no vale solo con criticar a nuestro representante político. Las responsabilidades van más allá y muchas veces se diluyen. ¿A quién culpar cuando una empresa decide cerrar en nuestro país dejando miles de parados en la calle? ¿A quién culpar cuando se aplican unas medidas estructurales que hacen retroceder unos derechos por los que se lleva años luchando? Lo lógico es pensar que a nuestro presidente y a sus ministros. Sin embargo éstos juegan con la baza de la indefinición de la que hablo. Las “órdenes” vienen de arriba, de decisiones políticas tomadas en un contexto regional cuyo límite excede nuestras fronteras, de manera que les sirve como justificación para eximirse de toda culpa. Y de este modo, la mayoría de la población asumirá que son medidas necesarias y que nuestros políticos no hacen más que aplicarlas.

Es realmente necesario un poco más de reflexión y mucho menos de insumisión si no queremos que este monstruo económico nos acabe llevando a la sociedad que George Orwell bien describe en su “1984”.

Movimientos sociales: más allá de simples manifestaciones*


Como consecuencia de las crisis que estalló hace ya 3 años, hemos oído hablar, de manera casi permanente, sobre numerosos grupos de ciudadanos que se han manifestado de una forma u otra, en diferentes ciudades españolas pero también europeas y norte americanas, contra las medidas adoptadas por los gobiernos que parecen recompensar a los culpables (los bancos) y castigar a las víctimas (los ciudadanos).

La mayoría de las veces los medios han tratado de desacreditar a estos movimientos, aún cuando dichos movimientos han demostrado defender las ideas y los derechos de la mayor parte de los ciudadanos y aún cuando lo han hecho de manera pacífica y respetando las leyes y normas vigentes en cada país, tratando de evitar en todo momento la confrontación física y utilizando como única herramienta las palabras y las ideas.

Por otro lado, hay quién pone en duda la efectividad del movimiento, augurando continuamente su pronta desaparición de la escena pública. Sin embargo, lo cierto es que desde que se produjo la primera gran manifestación en España, el 15-M y desde entonces, también en otras ciudades, se han llevado a cabo una serie de acciones que muestran no solo la efectividad del movimiento frente a determinadas medidas injustas, sino también su fuerza y consolidación como grupo. De entre estas acciones, cabe destacar dos en concreto, la primera desarrollada en varias ciudades españolas, la segunda en Bruselas.

En España, la Plataforma de los afectados por las hipotecas     (http://afectadosporlahipoteca.wordpress.com/) agrupa a personas con dificultades para pagar la hipoteca o que se encuentran en proceso de ejecución hipotecaria pero también a personas solidarias con esta problemática. La organización lleva a cabo diversos tipos de acciones. Una de ellas consiste en la concentración pacífica de ciudadanos/as en la puerta de la vivienda para que la comitiva judicial y la procuraduría del banco no puedan acceder a ella y decidan suspender el desahucio. De esta forma han conseguido disponer de más tiempo para presionar a la entidad bancaria y a la Administración con el fin de buscar una solución (dación en pago, un régimen de alquiler asequible y/o el realojo en otra vivienda). Además, la plataforma ha iniciado una campaña instando a los ayuntamientos a que se posicionen respecto a esta grave problemática demandando la modificación de la ley hipotecaria con el fin de regular la dación en pago y la adopción de medidas necesarias para evitar los desahucios por motivos económicos. Hasta el momento, más de 50 ayuntamientos han aprobado dicha moción.

Al mismo tiempo, en Bélgica tuvo lugar otro caso destacable que demuestra una vez más que el movimiento 15-M u otros movimientos desarrollados a partir de éste, son mucho más que algo espontáneo y sin objetivos aparentes. En el caso de la capital europea se trata de un hecho reciente relacionado con un grupo de inmigrantes afganos que se encontraban en proceso de demanda de asilo y ocupando una casa abandonada como único lugar de refugio. Hace tan solo unas semanas, fueron desalojados sin previo aviso del lugar que ocupaban y se vieron de pronto en la calle. Sin embargo, gracias a la perseverancia y movilización del movimiento 15-M en Bruselas, constituidos en su mayoría por jóvenes de nacionalidad española, se logró llevar el caso hasta las instancias de la comunidad Ixelles (barrio de Bruselas). El resultado ha sido que estos inmigrantes tendrán un lugar donde dormir hasta por lo menos después del invierno.

Estos y otros muchos casos son la  muestra de que la movilización social es una herramienta de gran valor cuando el acceso directo a la toma de decisiones gubernamentales es misión imposible. Además, demuestran una vez más que se trata de una utopía solo hasta que la puesta en marcha permite demostrar lo contrario y que la falta de apoyo por parte de los medios de comunicación debe ser un obstáculo a superar existiendo como existen hoy en día las redes sociales u otros medios en la red.


* Artículo publicado por la revista "Ventana Europea", nº 90. 2012