Yambio, Sudán del Sur |
Ya conté en entradas precedentes
que este sitio era conocido como “Yambio
Paradise”: Los “occidentales” podían caminar durante el día por casi
cualquier sitio; en los bares, el personal local y el internacional se
fusionaban por las noches como gatos pardos, y la música y la cerveza animaban
el ambiente hasta el agotamiento.
Pero como decía, la
situación cambió a partir de agosto. Unos sucesos violentos tuvieron
como consecuencia la implantación de un toque de queda a las 22h y los lugares
a dónde se iba a bailar al caer la noche, se convirtieron en fantasmales de la
noche a la mañana. Tan solo se veían clientes en los sitios cuyo ambiente era
agradable y fresco cuando la luz del sol más apretaba: El Venom Beach, el Green
Beach (ambos frente a un lago), el Tourist Hotel y el Sunset Hotel (hoteles, de
una única planta y con un “jardín” en el centro).
Así que cuando me
ofrecieron organizar la fiesta de Navidad, lo primero que hice fue crear un “Comité
de festejos” en el que nombré a Michael (mi asistente), encargado de buscar el catering
y el lugar de celebración, a Isaac (jefe del equipo de terreno), responsable de
las actividades durante el evento y a Joseph Angelo (asistente del FieldCo), para todo lo relacionado con
la seguridad.
Elegir el lugar de
celebración no era entonces tanto un problema por la variedad de opciones, sino
justamente por todo lo contrario. De los cuatro que mencioné antes, ninguno nos
valía puesto que necesitábamos uno cerrado para la ocasión, y… ¡cómo privar al
resto de la población de uno de los cuatro únicos sitios a los que podían acudir
a relajarse durante el fin de semana!
El Green Beach |
Mi decisión personal
estaba clara. ¿No os pasa que tendéis a un sitio u otro por la gente que lo
frecuenta? Pues aunque yo nunca tuve la suerte de poner un pié en el Meeting Point durante su época de
esplendor (llegué precisamente a finales de septiembre) conozco a quienes lo
hacían, esto es, los mismos que ahora lo ponen en el Green Beach, mi rincón favorito en Yambio. Pero ¿qué sentido tenía
crear una “Comité de festejos”, si no se le tenía en consideración? Para mi
grata sorpresa, excepto Joseph Angelo, un señor mayor al que costaría imaginar moviendo
el trasero al son de la música reggaetón,
todos estaban de acuerdo en que el Meeting
Point era la mejor opción.
El siguiente paso era
decidir el catering, la comida. A pesar de encontrarnos en la zona más rica del
país desde el punto de vista agrícola (la tierra es fértil y llueve a menudo),
y aunque los productos son sabrosos, la variedad de platos es tan escasa como
la de los bares. Optamos por dos alternativas: El restaurante de Darfur (región
de Sudán, población árabe), el cual ofrece unos platos económicos, locales y
básicos, pero cocinados con especias árabes y mucho amor y, como segunda opción,
la del compound de UNICEF. Este compound no es como el nuestro en el que
todo es auto gestionado por el equipo. Allí, una empresa privada subcontratada
por UNICEF, se encarga de la gestión de las habitaciones, la cocina, la
limpieza… y este servicio se paga a parte. Su cocina tiene fama, en fin, a mí se
me siguen cayendo los lagrimones cuando, en el Green Beach, los domingos, vienen sus “inquilinos” hablando de lo
rica que estaba… la ¡hamburguesa! con ¡queso!, o la ensalada con ¡aceitunas! y
¡vinagre! o el pescado ¡empanado! o las ¡albóndigas en su salsa!...
El Meeting Point |
A Tresia le gustó la propuesta,
pero no podría ofrecernos las bebidas ya que no quedaba ni eso. Nos ofrecía el
local, limpio y a nuestra entera disposición. Todo lo demás debíamos aportarlo
nosotros. Tampoco nos cobraría por el uso del espacio pues de cualquier modo,
no pensaba utilizarlo.
Del Meeting Point, Michael y yo nos dirigimos al New Paradise que, por respeto a Joseph Angelo, decidimos al menos
visitarlo. La sensación de desolación fue la misma, pero al contrario que en el
primero, aquí costaba más imaginarse lo que fue, y lo poco que uno podía
imaginarse, no correspondía con el ideal de lugar agradable, acogedor y de buen
ambiente. Un grupo de chicos jugaba y charlaba en torno a una mesa de billar,
pasaron un par de minutos antes de que nos prestaran atención, el manager no estaba y el chico que nos
atendió parecía que se había fumado diez porros en lo que llevaba de mañana.
Tras una corta discusión nos fuimos, no decepcionados, sino más bien contentos porque
la decisión se había tomado por sí sola.
Comida del darfuriano |
Como a Andrew,
responsable del catering de UNICEF, lo conozco personalmente y nos vemos a
menudo, ya solo nos quedaba un sitio por visitar, el restaurante de Darfur. Vicente
y yo comemos aquí algunos domingos para saciar nuestro apetito carnívoro (en
nuestro compound solo se sirve carne de vaca, ¿o debería llamarlo tocino de
vaca? Ya que el pollo hay que encargarlo de Juba). El pollo del darfuriano, su
salsa de berenjenas o los falafels, son
lo mejorcito del mercado, por eso no me extrañó cuando los miembros del “Comité
de festejos” lo recomendaron. El tipo que lo lleva también me parecía serio, y
el precio, al contrario del de UNICEF, entraba dentro de nuestro limitado presupuesto,
así que la decisión parecía tomada.
Sin embargo, en el último
momento, Andrew debió meditarlo, pues cuando le expresamos nuestra decisión de
ir a por el que mejor precio nos ofrecía, reajustó costes, consiguiendo que nos
decantáramos por su oferta. Fue una gran alegría, pues aunque ambas eran
aceptables, teniendo en cuenta el contexto en el que nos encontramos, la opción
occidental resultaba mucho más exótica y rica que la local. Además, nos proporcionarían
también las bebidas, ahorrándonos el problema del almacenamiento. Esto se apreció
enormemente, pues aunque me estaba acostumbrando a las cervezas calientes del Green Beach, poder beberlas frías, era
todo un lujo, y como el compound de
UNICEF es un pequeño almacén europeo con tecnología punta en comparación con lo
que se encuentra por aquí, no me cabía ninguna duda de que llegarían como
esperaba.
Noches en el compound |
Aunque todo va volviendo a la normalidad, la fiesta se aplazó para un mejor momento y como único consuelo nos quedaron las 140 cervezas que trajimos a tiempo del compound de UNICEF, haciendo de nuestros platos de arroz con alubias algo menos monótono.
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