sábado, 1 de septiembre de 2018

Sudan

Escribo esto a modo de carta para todos/as los/as que me seguís y os despierta un poco la curiosidad de lo que ocurre en este lado del mundo…

Khartoum

Estoy en Sudan, que no es Sudan del Sur (donde hice mi primera misión). Sudan y Sudan del Sur eran un solo país hasta 2011. Entonces, Sudan de Sur se separó de Sudan, por muchos y complicados motivos.  Los más destacados: diferentes religiones (al norte, musulmanes, al sur cristianos y otros), diferentes idiomas (al norte, árabe, al sur, árabe, pero también otras muchas lenguas locales), y diferentes culturas, mucho más complejo de explicar. 

No conocía Sudan, y ahora veo las enormes diferencias con sus vecinos del sur. A primera vista, Sudan parece mucho más desarrollado, lo que me lleva a entender que cuando se trataba de un solo país, y Jartum era la capital de ambos, probablemente el sur era una zona mucho más abandonada por este gobierno centralista y privilegiado, que miraba más hacia sus amigos musulmanes. 

Pero como digo, todo es mucho más complejo de lo que parece a simple vista. Y ni Sudán del Sur encontró la paz tras la independencia (conflictos internos, luchas de poder,…), ni tampoco Sudán se deshizo de sus históricos conflictos dentro del propio país. Conflictos que me recuerdan a los de otros países africanos como República Centroafricana, y cuya base se encuentra en el control de territorios para su uso ganadero o agrícola o para la explotación de recursos naturales. 

Dentro de Sudán, trabajamos en dos regiones diferentes. Por un lado esta lo que se conoce como White Nile, al sur de Sudan, frontera con Sudan del Sur, y cuyo nombre procede del hecho que el Nilo (el que nace en Uganda) atraviesa la región de Norte a Sur. Nuestra intervención aquí es relevante en cuando que ofrecemos asistencia sanitaria a los refugiados procedentes de Sudan del Sur que huyen de su país por los conflictos internos (paradojas de la vida, vuelven al país del cual se separaron). Por otro lado está Darfour, al oeste de Sudan, frontera con Chad, más al oeste, y con Libia y Egipto, al norte. El motivo por el que estamos aquí presentes son los miles de desplazados internos que se han visto viviendo en una zona originalmente despoblada, o semi- despoblada, y que huyen de sus hogares por los enfrentamientos con otras etnias. 

Mi base es Jartum (la capital de Sudan), pero durante un año tendré la oportunidad de moverme también entre White Nile y Darfour.  También iré a Nairobi, durante un mes, cada dos meses, para renovar mi visa. 

 Jartum me impresionó positivamente desde la primera vez que puse mis pies en su aeropuerto (los aeropuertos suelen ser un indicador importante). Esta impresión quizás se deba a la comparación que hago con las capitales de anteriores misiones por las que he pasado (Juba, Bangui, Sanaa…), pero lo cierto es que aquí uno tiene opciones: Salir a correr al estadio olímpico, tener una tarjeta telefónica para estar conectado a internet sin necesidad de wifi, restaurantes, pasear por las calles incluso aunque sea de noche, visitar un museo, comprar una gran variedad de productos en supermercados cuyos suelos brillan hasta el dolor, tomarse un zumo de menta y limón frente al Nilo,…. 

Cierto es que las infraestructuras dejan mucho que desear. El estadio olímpico, por ejemplo, más bien se convierte en una piscina olímpica cuando caen chaparrones inesperados, y uno tiene que tener cuidado de dónde pisa si no quiere acabar la carrera en un hospital. Pero por lo demás, resulta bastante exótico verse haciendo deporte al exterior, en la capital de un país donde las mujeres deben ir cubiertas con velo, y rodeada de edificios altos, modernos pero con un estado de decadencia destacable.

Por otro lado, aunque en los supermercados uno encuentra de todo, la limitación se encuentra en el bolsillo. Por ejemplo, un bote de crema hidratante para el cuerpo que en Europa costaría una media de 3 euros, aquí no lo encuentras por menos de 12 euros. Es por ello que estos locales están prácticamente vacíos y son solo accesibles a unos poco sudaneses privilegiados, u occidentales con salarios de Naciones Unidas (entre los cuales no me encuentro).

Restaurantes hay muchos, aunque aún no he probado aquel en el que venden al parecer un pescado (del Nilo) que hace las delicias de los más esquisitos, pero cuya calidad también se paga... Entre mis restaurantes preferidos está el Ozone. Uno entra en su jardín y parece estar en cualquier sitio menos en un país que requiere la presencia de nuestra organización. Árboles enormes pueblan el jardín, impidiendo ver los feos edificios que lo rodean, unos aparatos que desprenden agua vaporosa refrescan el ambiente y los numerosos camareros uniformados de blanco corren de un lado a otro sirviendo ricas ensaladas y helados variados, como aquel hecho a base de dátiles. Es un lugar variopinto y, según la hora del día, y el día de la semana, se pueden ver sudaneses de clase alta con sus familias, o mujeres sudanesas  más modernas con sus amigas, turistas occidentales que han venido a disfrutar las maravillas del desierto y sus pirámides, trabajadores de organizaciones internacionales, y también un círculo de gente joven, estudiantes, africanos y nacionales, con un toque artístico, que imagino son los que hacen “ruido” cuando alguna injusticia se produce en el país. 

Lo único que puede llegar a hacer insoportable la vida en esta ciudad es su calor y eso que ahora es la época de lluvias. No me quiero imaginar cómo será durante los meses de mayo y junio…

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