Al poco de llegar a Sudán del Sur, a
una zona no directamente afectada por la guerra civil pero sí por las
consecuencias de un estado militarizado, con múltiples grupos armados y una
situación económica cerca de la bancarrota, me invadió un fuerte sentimiento de impotencia
de cara a su población. En este contexto de violencia e inestabilidad, el desarrollo
de un modo de vida “a lo occidental”, en el que uno pueda construir planes y
crearse ilusiones a largo plazo, es algo que está muy lejos de la realidad. El
día a día en un contexto como éste, se desarrolla bajo una inquietud permanente
y amenazas constantes. Bien porque un día entren en tu casa y te obliguen a unirte a una guerrilla o, por el peligro que corres al dar a luz (Sudán de Sur tiene la tasa más alta del mundo en mortalidad materna), si vivirás para disfrutar de ese nacimiento, o si, al cumplir
los 12 años, podrás seguir en la escuela o si por el contrario deberás dejarla para casarte con
el hombre que te ha comprado, si podrás recuperar los ahorros que poco a poco
has ido depositando en el banco, si éstos tendrán valor en un mercado donde la
moneda no para de devaluarse….
Por otro lado, esta sensación, no
de “vivencia” sino de supervivencia, le acaba afectando a uno de manera inevitable en el terreno personal. Partiendo de que las condiciones son ya de por sí difíciles,
si la comparamos con la vida occidental a la que estamos acostumbrados, existe además la incertidumbre propia del contexto. Sabes
que hoy podrás trabajar, pero tu trabajo dependerá del desarrollo de los
acontecimientos, o incluso algo más simple, de tu conexión a internet o de la
disponibilidad de vuelos que te conecten con la capital. Sabes que hoy podrás
comer tal o cual, pero mañana, tal o cual producto no llegará a tus manos
porque las carreteras se vuelven inaccesibles por la aparición de ataques de
guerrillas nuevas, de las que hasta ahora no habías oído hablar. Sabes que hoy
podrás ir a tomarte una cerveza en tu rincón favorito del pueblo, pero mañana,
un toque de queda impuesto por el gobierno local, podría impedírtelo. Sabes que
hoy esta persona está aquí, pero mañana puede dejar de venir, por múltiples
motivos.
Es, como digo, un mundo de
supervivencia, pero también de soledad pues aunque puedes pensar que tus
problemas son angustiosos y sentir la necesidad de compartirlo, sabes que cada
una de las personas que están a tu alrededor, sufren la misma angustia, y el
tuyo, es solo uno más, y con él debes aprender a sobrevivir para evitar además
un sentimiento de culpabilidad. Y aprendes a minimizar tus problemas cuando
observas que aquí, realmente, solo eres uno más, y además, alguien insignificante
de cara a los que te ven pasar, pues por delante de ellos han pasado muchos
otros con sus muchas singularidades.
Pero entonces, ¿qué motor te empuja a
hacer esto? Es una pregunta que considero, personalmente, difícil de
responder. Ésta puede variar según te la planteen antes de partir, una vez en
terreno, o a la vuelta (a lo que aún no he llegado). Inicialmente,
las motivaciones son infinitas. Por supuesto, y la más fuerte, poder hacer algo
por cambiar el mundo, por muy insignificante que sea. También lavar la
conciencia; siempre he pensado que nacer donde he nacido es una cuestión de
suerte y no de mérito y que por tanto debía dar algo a cambio a los que no han tenido esa suerte. Además está la motivación por
viajar, conocer culturas y gente nueva con la que compartes puntos de vista,
descubrir, aprender…
Una vez en terreno, entran en juego
otros sentimientos que pueden hacer tambalear las motivaciones iniciales que
mencionaba arriba. La frustración o la soledad llegan a hacértelo pasar mal en
determinados momentos, así que comienza una lucha interior para que éstos no
monopolicen al resto. Una mezcla de auto superación mezclada con la búsqueda de
incentivos externos y objetividad para no olvidar lo que te trajo aquí, son la
receta mágica para no dejarse vencer por los sentimientos negativos.
Pero sobre todo, y volviendo al inicio, el hecho de que, a pesar de todas las tremendas dificultades a las que esta población debe enfrentarse diariamente, ésta no deje de luchar por seguir adelante, incluso partiendo desde cero cada vez, le llenan a uno de energía suficiente para no tirar la toalla aún en los momentos más difíciles.
Pero sobre todo, y volviendo al inicio, el hecho de que, a pesar de todas las tremendas dificultades a las que esta población debe enfrentarse diariamente, ésta no deje de luchar por seguir adelante, incluso partiendo desde cero cada vez, le llenan a uno de energía suficiente para no tirar la toalla aún en los momentos más difíciles.
1 comentario:
Apasionante Teresa! Te encuentras con muchos o casi todos los problemas estructurales del "desarrollo", factores políticos, sociales, económicos. .pero ya sabes la frase de Galeano, la utopia sirve para caminar.Pedro, te deseo una experiencia muy positiva!
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