viernes, 14 de noviembre de 2014

Identidad Europea vs. Inmigración

Todo el mundo está más o menos al tanto de la existencia de partidos de extrema derecha con cada vez más presencia en diferentes esferas políticas, siendo la más destacada la del Parlamento Europeo tras las últimas elecciones en junio del presente año. Estás elecciones mostraron por ejemplo, hasta qué punto el partido de extrema derecha en Francia, el Frente Nacional, ha ganado apoyo en su país, donde actualmente lidera la intención de voto. Pero no es el único caso, en otros países como Holanda, Austria, Grecia o Dinamarca, está sucediendo lo mismo.

Sin embargo, hay otros frentes quizás aún más peligrosos. Se trata de individuos, movimientos y organizaciones de extrema derecha como España 2000, en los cuales se detecta claramente su tendencia, y otros cuyos mensajes son emitidos de manera más sutil y en lenguaje muy simple, lo que facilita su transmisión a un sector más amplio de la sociedad. Un ejemplo de estas últimas organizaciones es el Instituto de la Política Familiar, cuyo objetivo principal es la promoción y defensa de la familia. Hasta aquí bien, el problema es que esta misma organización, en sus charlas, presenta al mismo tiempo datos sobre las tasas y evolución de la inmigración en diferentes países de Europa. Pero, cuál es la relación entre la familia y la inmigración? Pues bien, intentando ser breve, y teniendo en cuenta que la tasa de natalidad europea se encuentra en progresivo descenso, estas organizaciones crean en la conciencia de muchos la idea de que ante la “avalancha” (utilizando sus propias palabras) de inmigrantes, la única manera de conservar la “identidad europea” es procreando,  hecho que solo puede ocurrir en el seno de la familia.

El peligro de este discurso sobre la “identidad europea” alcanza límites inimaginables, y para entenderlo mejor, no hay más que retroceder en la historia para ver la evolución del movimiento nazi en Alemania. Éste no surgió de la noche a la mañana sino que fue creando poco a poco en la conciencia de la gente la creencia de que la “raza aria” estaba amenazada, en este caso, por los judíos. Como resultado de la evolución de esta ideología y su posterior politización, millones de ellos sufrieron las consecuencias en la forma de un genocidio humano.

La cuestión de la “identidad europea” o de los “valores europeos”, como queramos llamarlo, va ligada al temor de la pérdida de cultura propia y surge, como muchos otros movimientos, en contraposición a otra con la que no nos sentimos identificados (tal es el caso de Cataluña frente a España), descartando toda posibilidad de integración y enriquecimiento recíproco. Los que defienden los “valores europeos” están asumiendo varios hechos:

     1)  Que nuestros valores, entendido como valores democráticos, son y solamente pueden ser europeos.

Esto es falso y existen numerosos países no europeos donde estos valores pueden encontrarse igualmente. Por citar algunos, Japón, Chile, Canadá, Corea del Sur o Uruguay. Además, al llamarlos “valores europeos” asumimos que éstos no pueden ser extrapolables a otros países y cerramos por tanto toda posibilidad de “contagio” de los mismos.

     2)  Que los inmigrantes, al contrario de los europeos, son, por naturaleza, delincuentes o portadores de valores negativos.

Cualquier persona con un poco de sentido común sabe que esto no es así, y sin ir más lejos no hay más que mirar nuestro propio país, consumido por la corrupción, por no hablar de delitos comunes. Por otro lado, existen numerosos casos de inmigrantes que ha sabido adaptarse fácilmente a nuestra sociedad, contribuyendo incluso a su enriquecimiento. Esto último no se ve quizás tanto en ciudades pequeñas pero sí en capitales de provincias, y más obviamente en ciudades europeas como Bruselas, Londres o París.

    3)  Que todo lo que se crea y sale de Europa es constructivo y bueno para la sociedad en contraposición al resto del mundo.

Europa contribuyó, ya que hablamos de la cuestión de la identidad, a la casi desaparición de la identidad indígena en América Latina, en Europa se ha conocido uno de los peores genocidios de la historia, y actualmente, como mencionaba al principio, un crecimiento alarmante de movimientos de extrema derecha está teniendo lugar. Por otro lado, personajes como Nelson Mandela, Salman Rashdie, Aung San Suu Kyi o Wangari Maathai, son ejemplos de no-europeos que han luchado, no desde un cómodo sofá, sino de manera activa y arriesgando sus vidas, en la promoción de los mismos valores.

Día de la coronación en Bélgica. 2013.

Con esto no digo que Europa no haya contribuido a la construcción de los derechos humanos y de la democracia, que sea incluso la cuna de mucho de estos valores, pero pecaría de inculta si pensara que esto ha sucedido gracias a su aislamiento del resto del mundo y no a la interculturalidad e intercambio más allá de sus fronteras. Y pecaría de inculta si pensara que esto no ha sucedido tras numerosas atrocidades cometidas a lo largo de la historia.

Los que temen la pérdida de su identidad, los que ven amenazados sus valores, es posible que sufran de otro tipo de males que nada tienen que ver con la inmigración.

Por tanto, hablemos de valores democráticos, no de valores europeos. Hablemos de personas, no de identidades.





Para más información sobre este asunto:

Rethinking European Identity in the Age of Immigration
http://www.migrationpolicy.org/multimedia/rethinking-european-identity-age-immigration

Review de The Guardian del libro de Amartya Sens, "Identidad y violencia", premio Nobel en Economía:

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