La situación de España es preocupante y lo es por motivos
evidentes.
Siempre hemos sabido que se dan casos de corrupción entre
nuestros dirigentes políticos, ya sea con un trasfondo “meramente” político o
de índole económico. Tanto gobernando un partido político como otro, han salido
a la luz casos de corrupción, pero digamos que, en su mayoría, eran casos
locales que se daban a nivel municipal o provincial y sin demasiado enredo.
Pero como ocurre habitualmente, la “normalización” de una
actividad, la repetición de la misma sin que cause gran revuelo y en muchos
casos, sin causar revuelo alguno, ha llevado progresivamente a muchos a
delinquir creyéndose absolutamente inmunes ante la justicia y ante la población
a la que representan.
Hace no mucho nos preguntábamos cómo podían los italianos
soportar un gobierno como el de Berlusconi durante tanto tiempo sin hacer nada
por remediarlo. Pues bien, muchos desde España me están dando la respuesta. Las
más comunes: “No hay alternativa” o “peor sería si gobernara X”, como si
hubiera dos únicas soluciones ante un gobierno corrupto.
Resulta especialmente lamentable si reflexionamos sobre la significación
de la democracia, de la participación ciudadana, del poder que en teoría deben
tener los ciudadanos no solo en el momento de votar, sino de exigir una buena
gobernabilidad. Nos hemos acostumbrado hasta tal punto a este tipo de sucesos
que no somos capaces de ver más allá. ¿Qué le ocurre a la sociedad española? O visto
de otra manera ¿qué hizo a los brasileños y a los egipcios reaccionar de manera
tan masiva, forzando reacciones a sus respectivos gobiernos que no tengamos
nosotros? ¿Quizás hemos dejado de creer en la fuerza de nuestro poder como
ciudadanos con capacidad de elegir y “vigilar” la buena gobernanza nuestros líderes políticos? Si es esto
último, no solo es lamentable, sino también preocupante.
Efectivamente existen otras alternativas a dejar que nos gobiernen
unos políticos corruptos, alternativas que quizás, o quizás no, nos hicieran
pasar al principio por momentos delicados desde el punto de vista político y económico, pero
que al final y a través de la exigencia de responsabilidades reales, darían resultados
positivos para todos no solo a corto plazo sino sobre todo, a largo plazo. Unos
resultados que nos devolverían un poco de dignidad y también de respeto a nivel
internacional, algo que estamos perdiendo a pulso. Pero en España parece que nos
falta imaginación y ver más allá del blanco y el negro; seguimos estancados en
la época de republicanos y franquistas. Y así, solo tendremos lo que nos
merecemos.
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