viernes, 20 de septiembre de 2013

El poder de influencia

Todos, queramos o no, tenemos y necesitamos referencias, ya sean ideológicas, políticas o espirituales. Estas referencias van a marcar y definir, de una forma u otra, nuestra manera de afrontar la vida. Por eso siempre me han inspirado cierta desconfianza los líderes, pues son personas que se sienten lo suficientemente capacitadas para asumir la responsabilidad que supone guiar e influenciar en otros, lo cual, de por sí, es una arrogancia.

Pero asumamos que los líderes existen y van a seguir existiendo.

Para empezar, la Iglesia, en la forma del Vaticano, es una Institución con tanto poder político como lo puede tener cualquier país con competencias en el terreno internacional. Por lo tanto, también necesita de un líder. Sin embargo, y a diferencia de otros, este líder lo es sobre todo en el terreno espiritual y como tal cuenta con una gran capacidad de influencia en la vida de millones de personas de todo el mundo, pero lo que me parece aún más peligroso, sobre la actitud que éstos van a adoptar ante multitud de asuntos personales y sociales. Y digo peligroso porque hablamos de una entidad que, aunque bien en sus orígenes su lema era el bien común y el fin de las injusticias, se ha desarrollado hasta tal punto que ha llevado a muchos a ligarlo con términos como ostentación, conservadurismo, pedofilia o machismo.

Queramos o no, de manera inconsciente, lo que este líder predique, va a ser interiorizado por el día a día de millones de personas sin que se cuestionen muchas veces su propia opinión. De ahí lo peligroso del poder que asume y de ahí la curiosidad que ha despertado la elección del nuevo Papa.

Hemos estado acostumbrados, a lo largo de la historia, a Papas que han mantenido una opinión firme y conservadora respecto a asuntos tan presentes y cotidianos, como la posición de las mujeres en la sociedad, el uso de métodos anticonceptivos o la realidad de las personas homosexuales. Pues bien, surge ahora un Papa, jesuita, que parece mirar más allá y que vuelve a los principios de la religión, con la figura de Jesús como centro de inspiración. Se trata de un Papa con opiniones que, aunque no son abiertamente contrarias, sí son más tolerantes ante estos aspectos y más críticas con la posición adoptada hasta ahora. La revolución es tremenda si tenemos en cuenta el poder de influencia del que hablábamos.

Si le dejan seguir por este camino, por el camino de la promoción de la igualdad y de la tolerancia, en un terreno tan determinante como el espiritual, sentiremos verdaderamente un cambio en la manera de socializar y de entender realidades tan diferentes pero, valga la redundancia, tan reales. Aprenderemos que dar la espalda a éstas, no solo no las hace desaparecer, sino que alimenta el odio, la discriminación y la injusticia, valores profundamente alejados del origen del catolicismo.

viernes, 12 de julio de 2013

¿Democracia?

La situación de España es preocupante y lo es por motivos evidentes.

Siempre hemos sabido que se dan casos de corrupción entre nuestros dirigentes políticos, ya sea con un trasfondo “meramente” político o de índole económico. Tanto gobernando un partido político como otro, han salido a la luz casos de corrupción, pero digamos que, en su mayoría, eran casos locales que se daban a nivel municipal o provincial y sin demasiado enredo.

Pero como ocurre habitualmente, la “normalización” de una actividad, la repetición de la misma sin que cause gran revuelo y en muchos casos, sin causar revuelo alguno, ha llevado progresivamente a muchos a delinquir creyéndose absolutamente inmunes ante la justicia y ante la población a la que representan.

Hace no mucho nos preguntábamos cómo podían los italianos soportar un gobierno como el de Berlusconi durante tanto tiempo sin hacer nada por remediarlo. Pues bien, muchos desde España me están dando la respuesta. Las más comunes: “No hay alternativa” o “peor sería si gobernara X”, como si hubiera dos únicas soluciones ante un gobierno corrupto.

Resulta especialmente lamentable si reflexionamos sobre la significación de la democracia, de la participación ciudadana, del poder que en teoría deben tener los ciudadanos no solo en el momento de votar, sino de exigir una buena gobernabilidad. Nos hemos acostumbrado hasta tal punto a este tipo de sucesos que no somos capaces de ver más allá. ¿Qué le ocurre a la sociedad española? O visto de otra manera ¿qué hizo a los brasileños y a los egipcios reaccionar de manera tan masiva, forzando reacciones a sus respectivos gobiernos que no tengamos nosotros? ¿Quizás hemos dejado de creer en la fuerza de nuestro poder como ciudadanos con capacidad de elegir y “vigilar” la buena gobernanza nuestros líderes políticos? Si es esto último, no solo es lamentable, sino también preocupante.

Efectivamente existen otras alternativas a dejar que nos gobiernen unos políticos corruptos, alternativas que quizás, o quizás no, nos hicieran pasar al principio por momentos delicados desde el punto de vista político y económico, pero que al final y a través de la exigencia de responsabilidades reales, darían resultados positivos para todos no solo a corto plazo sino sobre todo, a largo plazo. Unos resultados que nos devolverían un poco de dignidad y también de respeto a nivel internacional, algo que estamos perdiendo a pulso. Pero en España parece que nos falta imaginación y ver más allá del blanco y el negro; seguimos estancados en la época de republicanos y franquistas. Y así, solo tendremos lo que nos merecemos.


lunes, 1 de abril de 2013

El placer de viajar


Existen dos elementos que considero imprescindibles para el pleno disfrute de un viaje (especialmente de un viaje a algún lugar fuera de nuestras fronteras europeas): flexibilidad y capacidad de adaptación.

En mi opinión, el placer de viajar radica en gran parte en el hecho de que te permite salir de la rutina para adentrarte en un mundo nuevo, en una página en blanco en la que cada cual decide como transcurrirá cada momento del día y en la que deja un espacio importante a ser sorprendido por la belleza de un paisaje desconocido, la conversación con locales, un buen plato de comida... Por eso, el que sigue una guía de viaje, las recomendaciones de un amigo o un documental al pie de la letra corre el riesgo de restar parte del encanto que supone descubrir por uno mismo; estas opiniones o recomendaciones expresan la opinión y punto de vista de una persona y si no prestamos atención a nuestros deseos, podemos caer en el peligro de dejar poco lugar a la imaginación y limitar nuestra percepción personal.

Lo que nos llama la atención y nos atrae de los viajeros de la edad media o de finales del siglo XIX, es la aventura que envuelve dichos viajes, la capacidad de improvisación, la adaptación a nuevas circunstancias, la novedad y la imprevisibilidad. Estos son elementos que nos hacen salir de la rutina de cada día; levantarnos a la misma hora cada mañana, saber lo que ocurrirá en cada momento del día, lo que vamos a comer, a quien nos vamos a encontrar... Pensamos que este tipo de experiencias es imposible vivirlas hoy en día, ya que todo está sobre el papel, todo está descubierto. Sin embargo, si nos lo proponemos, cada viaje puede dar lugar a tantos libros de viajes nuevos como maneras de percibir la realidad existen.

El problema es que vivimos en una sociedad tan segura y de la que esperamos tanta protección que tememos aquello a lo que no estamos acostumbrados, perdiendo por tanto el encanto que supone ser sorprendidos por nuestra propia experiencia personal de los hechos. Como consecuencia de esto, por poner un ejemplo, la tendencia a seguir a pies juntillas lo que está escrito o lo que  se rumorea entre nuestro entorno más cercano, en lugar de comprobar con nuestros propios ojos lo que nuestra percepción de la realidad expresa, puede llevar a la creación de estereotipos y prejuicios sobre personas y actitudes. Esta ruptura solo se consigue, como decía al principio, a través de una cierta flexibilidad mental, de poner en duda nuestros propios prejuicios y, por supuesto, los de los demás, de tener la capacidad de escribir nuestra propia realidad y de escuchar nuestras propias percepciones.

Por todo esto y antes de terminar, no puedo más que citar a dos escritores para mí de referencia, ya que han desarrollado mis ganas de aprender en cada viaje lo que este puede enseñarme dejando a un lado valores externos. Estos escritores son Ryszard Kapuscinski, y otro algo menos conocido pero igualmente recomendable como Robert Kaplan. Lo que les hace merecer toda mi admiración respecto a los viajeros de siglos anteriores es que ellos rompieron con percepciones ya expresadas para escribir las suyas propias, y esto lo hicieron gracias a un espíritu rompedor que les llevaba a conversar, durante sus viajes, con todo tipo de personas, desde el panadero hasta el ministro, los de una ideología política y los de otra, los pobres y los privilegiados, pero también dejándose llevar por la improvisación, por los cambios de último momento y rompiendo con la seguridad que da el saber lo que ocurrirá en cada momento para descubrir que lo que no estaba escrito o planificado puede llegar a ser aun mejor que lo que si lo estaba.