jueves, 20 de abril de 2017

La Gran Vía de Batangafo…


Ya contaba anteriormente, sin muchos detalles, cuánto me gusta el camino de cinco minutos a pié que va de nuestro compound a la oficina. Se trata de un camino lleno de vida, y cuyo ambiente cambia enormemente según sea por la mañana o por la tarde, domingo o lunes, un día caluroso o lluvioso…

El camino es una carretera de tierra roja en línea recta que desemboca en un rio ancho y salvaje. A ambos lados de la misma se ven casitas de adobe con techos de paja o latón, según sea el nivel económico de la familia. Algunas están rodeadas por una valla de esterilla que fabrican ellos mismos, pero otras no, lo que permite curiosear en la vida familiar de su interior. También hay árboles, muchos, y todos preciosos. Los mangos crecen hacia arriba, son enormes. Cuando dan su fruto, resultan peligrosos pues la caída inesperada de éstos a tanta altura, llegan a hacer mucho daño al que se encuentre abajo. Esto pasa a menudo, sobre todo cuando la fruta ya está madura, así que la gente los evita. Salvo los más jóvenes, que se divierten subiéndose por  las ramas para recogerlos (lo cual lleva a un incremento de visitas al hospital debido a huesos rotos como consecuencia de las caídas). También se diseñan artilugios dignos de ser patentados; unas ramas larguísimas, enlazadas, para alcanzar el fruto y forzar su caída, con la mirada expectante de un montón de chavales alrededor. Pero cuando el árbol está libre de su fruta, a partir de abril, entonces el mango es el mejor árbol para refugiarse de la calurosa intensidad del sol, y donde la vida se desarrolla pacíficamente… Aquí y allí se ven, bajo su sombra, a unas mujeres vendiendo comida, señores mayores charlando, bebés durmiendo sobre una esterilla, a unos chicos jugando, a las abuelas observando la gente pasar…

Pero como decía, todo este paisaje cambia según el momento del día. Por ejemplo, por la mañana bien temprano, a eso de las 7h, se ven a los chavales de entre 5 y 10 años que van de camino al colegio. Llevan una pizarrita en sus manos que les sirve como cuaderno. Algunos llevan también una banqueta, para tener donde sentarse una vez lleguen a la escuela. Esto da una idea de las condiciones estructurales de los colegios, y me acuerdo de los que visité en Sudán del Sur. Con estos chavales es más fácil intercambiar algunas palabras en francés, que se ve que aprenden allí y están ansiosos por practicarlo. Yo entonces aprovecho para preguntarles un montón de cosas.

Es también solo por la mañana que se ven animales, principalmente cabras, cerdos o vacas (o una variedad de las mismas que nunca antes había visto). Estos animales parecen ir por libre, pero la realidad es que tienen sus dueños y que su pastoreo es uno de los principales motivos de conflicto en el país. La mayoría de los ganaderos son nómadas. Vienen de las secas regiones del norte (incluso de Chad o Sudán) y se van desplazando hacia el sur, más verde y lluvioso, para alimentarlos, hasta que la época de lluvias comienza en el norte y pueden realizar el camino de vuelta. Esto crea un tenso enfrentamiento con los agricultores, que ven sus cosechas invadidas sin ningún tipo de respeto, y que por tanto luchan para protegerlas.

Volviendo a la Gran Via de Batangafo, temprano por la mañana, la gente también aprovecha para trabajar. Los jóvenes con los taxi-motos, transportan a unos y otros a diferentes puntos de la zona, los agricultores van al campo, las mujeres recogen agua del rio o de los puntos habilitados para ello y cargan con enormes barriles sobre sus cabezas, las chicas montan sus puestos de comida… Pero al medio día el ambiente cambia completamente. Con el calor, el movimiento se reduce, solo se ve gente, como decía, tumbada bajo los mangos, durmiendo, charlando,…

Y por la tarde, cuando el sol comienza a ponerse, la carretera vuelve a llenarse de vida, de una manera todavía más intensa que por la mañana, pues ya todos han terminado de trabajar y los chiquillos han terminado el colegio. Algunos aprovechan para arreglar sus techos de paja, así que se les ve subidos a escaleras de madera apoyados sobre la pared y haciendo malabarismos para no caerse. Los jóvenes vuelven de jugar al futbol, los pequeños inventan juegos con lo que encuentran alrededor, las madres lavan a los más bebés en cubos de agua, otros se sientan alrededor de una mesa de madera para beber y charlar… Y a nuestro paso, todo el mundo nos grita “Bonjour” o “ça va?”. 

Son nuestros vecinos y gracias a ellos, entro en la oficina y en casa cada día, con una enorme sonrisa en la cara.

miércoles, 19 de abril de 2017

Retos…


Aunque soy responsable del departamento financiero y de recursos humanos del proyecto, éste último absorbe el 80% de mi tiempo, lo que me complace enormemente. Es gracias a este rol que tengo un contacto más directo con el personal médico, el de logística, los limpiadores y los cocineros, en total casi 200 empleados.

Somos una organización médica, pero nuestras actividades no podrían desarrollarse si no contáramos con un equipo motivado y bien formado en todos los departamentos. Cada uno de ellos es clave para alcanzar el objetivo de asistir a la población desde el punto de vista sanitario. Los logistas hacen posible que todos los materiales necesarios (electricidad, maquinaria, muebles, estructuras, acceso al agua,…) existan y sean funcionales, que los suministros lleguen a tiempo y que todos los movimientos dentro y fuera de Batangafo estén coordinados y sean seguros. El equipo de administración es más pequeño, pero igualmente clave pues es el que paga los salarios, organiza formaciones, supervisa los procedimientos y atiende a las demandas de los trabajadores.

La gestión de los recursos humanos del departamento medical, aunque no trabaje tan directamente con ellos como lo hago con los logistas, me da una idea y ayuda a comprender los enormes retos a los que se enfrenta este país en términos de trabajadores de la salud.

En RCA falta personal sanitario con títulos superiores (médicos, cirujanos, anestesistas…). También parteras. En el caso de los primeros, hay dos motivos principales. Por un lado, existen pocos licenciados en este campo, y los pocos que hay, bien se han ido a trabajar fuera, bien han creado su propio centro de consultas privado en la capital, o bien están rifados por las ONGs que trabajan en el país. Actualmente, y por motivos económicos, no existen funcionarios médicos, es decir, médicos que estén siendo empleados por el gobierno y que por tanto, presten un servicio público. Si los hubiera, los pocos médicos que se quedan en el país, optarían por ellos, pues al parecer las condiciones salariales superan con creces al de las ONGs. 

En el caso de las parteras, el gobierno sí que ha abierto recientemente un gran número de puestos públicos, lo cual ha tenido un impacto negativo en nuestro hospital (recuerdo que somos el único centro médico de la zona y que existe un campo de 25.000 desplazados donde las condiciones de vida están lejos de ser satisfactorias) pues nos hemos visto privados de la noche a la mañana de candidatos que puedan cubrir esta necesidad urgente. Aunque nuestra organización trabaja, siempre que puede, en colaboración con el gobierno y los hospitales se gestionan conjuntamente, no parece que a corto plazo nos vayamos a beneficiar de esta medida, lo que nos ha llevado a abrir puestos de menor nivel, como el de matrona, limitando la calidad de nuestro servicio. Esto, en un país donde el índice de fecundidad (número medio de hijos por mujer) es de 4.29, nos sitúa en una situación poco deseable.

Otro problema al que nos enfrentamos en términos de recursos humanos es el de la corrupción. Este punto es clave especialmente en dos departamentos; el financiero y el farmacéutico. El primero tiene más fácil solución, pues las medidas a tomar son las de un control más exhaustivo de los procedimientos de pago, los comprobantes y las validaciones, las cuales pasan siempre por el personal expatriado. El control de la farmacia es, sin embargo, un reto de más difícil solución. Vista la falta de accesibilidad a medicamentos por parte de la población, el tráfico de los mismos puede reportar grandes beneficios a quien se haga con ellos. Existe obviamente un inventario, supervisado regularmente por personal expatriado, pero dadas las numerosas consultas que existen en el hospital, gestionadas por nacionales, y la gestión de la propia farmacia, en la que empleamos a personal nacional, asegurar un control absoluto es misión imposible.

Así que los retos son múltiples, pero no imposibles, y por eso este trabajo resulta tan gratificante… cuando se consiguen superar esos retos…

miércoles, 12 de abril de 2017

Al límite


Una mañana, durante el desayuno, hablaba con uno de mis compañeros sobre nuestra calidad de vida durante las misiones. La conversación surgió a raíz de una fiesta que queremos organizar el próximo sábado en nuestro compound, para salir de la rutina y desconectar de lo profesional, el cual ocupa casi el 90% de nuestro tiempo. A dicha fiesta invitaremos a los expatriados de otras organizaciones vecinas, con la generosa intención de compartir, abrirnos y conocer a otros que se encuentran en la misma situación que nosotros. Pero, y que quede entre nosotros…, el invitarlos nos reporta además un beneficio material de incalculable valor, y es que los recursos alimenticios y alcohólicos con los que cuentan, despiertan nuestra envidia de manera casi vergonzosa. Al invitarlos, éstos llegan a nosotros.

Recuerdo cuando, estando de misión en Yambio, Sudán del Sur, mi amiga Ania, la cual trabajaba para una organización financiada para USAID, aparecía con botellas de Ginebra, licores y delicias culinarias varias que nos hacían parecer niños en medio de una fábrica de chocolate. Ir a casa de Ania era ya un festejo en sí. Cuando sus invitados (de otras organizaciones) aparecían con los aperitivos, nos teníamos que meter las manos en el bolsillo y salir de la habitación hasta que la fiesta se considerara oficialmente inaugurada, pues aquellos manjares nos eclipsaban hasta el punto de hacernos perder toda compostura.

No es que exista un documento escrito sobre la austeridad en nuestras misiones, es decir, algo que diga que nuestras condiciones de vida serán de tal o tal manera. Simplemente muchos, cuando aceptamos esta profesión, asumimos que todo lo demás viene en el paquete. Puedo poner mil ejemplos, pero por empezar con alguno, nuestros 4x4 tienen un sistema de aire acondicionado que nada tiene que envidiar a cualquier coche de alta gama, pero aunque estemos a 40 grados de temperatura y sudemos ríos de agua, nosotros, en lugar de ponerlo en marcha, vamos con las ventanillas bajadas. Esto me lo remarcó una chica de otra organización para que supiera de la compasión que despertamos, al parecer, entre sus colegas de trabajo. A mí me hizo gracia, la verdad, porque nunca había pensado en ello.

Otro ejemplo, llevamos 10 años con el proyecto de Batangafo, con base en el mismo compound. Sin embargo, los servicios que se encuentran fuera de la casa principal consisten aún en un agujero en el suelo rodeado de cuatro paredes. Obviamente, no es que no existan retretes en el país o proveedores que los distribuyan. Se trata simplemente de una austeridad casi autoimpuesta. Suele pasar que cuando llegas a una misión, detectas un montón de detalles a mejorar en términos de salubridad y servicios. Pero a medida que pasan los días y las semanas, si éstos no han sido atendidos en el corto plazo, acaban diluyéndose de tal manera que hasta el colchón en el que te levantas cada mañana como si fueras jamón de sándwich, te parece cómodo. 

Influye también, y mucho,  las misiones que hayas hecho antes. Es decir, si vienes de una misión en la que, por ejemplo, no has salido prácticamente de cuatro paredes, como me ocurrió en Yemen, por muchas comodidades que tuvieras, cuando llegas a otra donde el contexto te permite disfrutar al aire libre, tener los muebles de la habitación con una fina capa de tierra a causa de dejar las ventanas abiertas, es un mal menor.

Lo que sí nos limita es el presupuesto. Éste viene determinado por las necesidades reales de la población a la cual atendemos y por supuesto, por el número de donantes que contribuyen a realizar nuestro trabajo. En este sentido, podemos dormir con la consciencia tranquila y expresar abiertamente que no vivimos por encima de nuestras posibilidades.


martes, 11 de abril de 2017

Comment tu t’appelles?

Batangafo es una localidad que se encuentra en el norte de la República Centroafricana (RCA), casi en la frontera con Chad. Hay dos motivos por los cuales estamos aquí. En primer lugar, no hay un solo hospital o centro médico en la zona que pueda ofrecer un servicio mínimo a las comunidades de la región y, en segundo lugar, pegado al pueblo se encuentra, desde 2014, un campo de 25.000 desplazados internos y refugiados (procedentes sobretodo de Chad) cuyas condiciones de vida son aún peores que las de la propia población de Batangafo.

Aquí estamos varias organizaciones, pero la nuestra es la única, en este momento, que cuenta con “blancos” entre sus empleados. De ahí que cada vez que recorremos los pocos metros que separan nuestra casa del hospital y las oficinas, llamemos la atención de los numerosos niños que nos encontramos durante el paseo, e intercambien con nosotros, con un inagotable entusiasmo, lo poquito que han aprendido del francés ("comment tu t'appelles", "Bonjour",...).

Nunca había estado en RCA, y debo admitir que me imponía ya considerablemente desde el día que hicimos el curso introductorio previo a nuestra primera misión, pues las historias más desoladoras e inhumanas que nos contaban, se desarrollaban en este país. Corrupción, robos, violaciones, criminalidad, son vocablos que aparecen siempre que se habla de RCA, así que cuando uno llega aquí, no puede más que observar el entorno con cierta distancia y respeto. Lo positivo es que este respeto te permite estar alerta y correr menos riesgos, lo negativo es que difícilmente se desarrollará una relación de amistad con los nacionales, por lo que se pierde el encanto que tiene el descubrimiento de un país y su cultura, a través de su gente. Por supuesto, siempre hay excepciones, y confío en que el tiempo y el sentido común me permitirán identificar aquellas personas con las que desarrollar una confianza cercana.

Más allá de lo personal, y como buena amante del continente africano, no puedo más que admirar el entorno en el que me encuentro, con mangos y otro tipo de preciosos árboles por todos lados, un enorme río, casitas de paja, mujeres cubiertas de paños africanos, el cantar de pájaros extraños por las mañanas, la paz de la noche, el olor de la tierra mojada tras las tormentas de lluvia… pero al mismo tiempo, esta armonía natural, choca con la actitud de su gente. En un entorno tan hostil, con periodos de sequía seguidas de otras de lluvias intensas, sería de esperar que la población cooperara entre ella para vencer dichas hostilidades y sacar juntos algún beneficio común. Sin embargo, la realidad muestra todo lo contrario.

No llevo aquí el tiempo suficiente como para hacer un análisis consistente de la situación política del país, pero de lo poco que he oído y leído, extraigo que aquí no existe un conflicto dictatorial con
una población sometida. Son más bien todos contra todos. Musulmanes (minoría) contra cristianos (mayoría) y cristianos contra musulmanes. Ganaderos contra agricultores y agricultores contra ganaderos, ganaderos contra ganaderos y agricultores contra agricultores, tribus contra tribus…. Pero el trasfondo real, no es ni religioso ni político sino, como era de esperar, económico.  Aquí, el más mínimo incidente, como empujar por error a una mujer en el mercado, puede desembocar en una matanza. Como si, en realidad, nadie fuera "amigo" de nadie y todos estuvieran esperando la mínima excusa para expulsar su rabia, abandono y frustración a través del único recurso que han aprendido y tienen en sus manos, el de la violencia.

Esto, por supuesto, no viene de la nada. La historia de la RCA es de las más desesperanzadoras que se conozcan. Rica en recursos naturales como diamantes, oro, petróleo, uranio… han visto como éstos han pasado de unos poderes a otros (internos y extranjeros) sin haber visto el más mínimo beneficio en su persona. Ninguna o escasa inversión en infraestructuras, educación o sanidad, explica la desesperanza y el recurso a la violencia como único medio para sobrevivir, y la absoluta desconfianza a todo agente externo.