lunes, 7 de julio de 2008

La riqueza de los inmigrantes


Para desarrollar este tema había escrito algunas notas ayer en el tren hacia Madrid. Al habérmelas dejado en casa, no se si seré capaz de estructurar bien todo lo que quería plasmar, pero lo intentaré.

Quise escribir sobre este asunto después de haber presenciado en las últimas semanas una serie de situaciones que poco a poco despertaron en mi la necesidad de mostrar el lado positivo, enriquecedor y humano de los inmigrantes que no cuentan los telediarios.

La primera de éstas situaciones ocurrió un día que me dirigía en metro hacia el aeropuerto para recoger a un amigo que venía de Inglaterra. Estaba, como es habitual en Madrid, rodeada de una multiud de gente que esperaban el mismo tren que yo, cuando de pronto, como si una luz los iluminara, centré mi atención en dos chicos de origen magrebí. Hablaban español entre ellos (insisto, los dos de origen magrebí) y se lamentaban de que sus compatriotas no hacieran ningún esfuerzo por integrarse y que, por el contrario, se mantuvieran al margen, no entendiendo el sentido de venir a otro país si no existe la voluntad de aprender también de él.

Cuando por fin el tren llegó, la multitud se avalanzó hacia las puertas y a pesar de mi intento por seguir cerca de ellos en mi afán de ser testigo de una de las conversaciones menos imaginadas, les perdí de vista.

Jamás olvidaré esa corta pero rica conversación y siempre que puedo intento contarla como ejemplo para borrar pequeños estereotipos que todos tenemos.

Contaba otro dia que yo también fuí inmigrante, así que tuve la oportunidad de ver como nosotros los españoles tendemos a hacer la misma "piña" que criticamos aqui cuando estamos fuera de nuestro país dando, imagino, la misma imagen al país que nos acoge.

Hace unas semanas también conocí a un chico de origen magrebí: Adil. No he conocido persona más buena en toda mi vida. Pero no porque hiciera un gesto puntual digno de admiración, o porque se esforzara para serlo. Le he visto solo, le he visto rodeado de sus amigos, le he visto trabajando, descansando... y todo en él, es pura bondad. No quiero explayarme aqui (para ello creo que necesitaré escribir una columna dedicada solo a él) pero sí mostrar otro ejemplo de inmigrante completamente integrado (su pandilla de amigos está compuesta por latinoamericanos y españoles) hasta el punto de llegar a olvidar su origen al hablar con él.

Otro momento fué con motivo de la final de la Copa de Europa. Iba también en el tren, y al fijarme con más detención en aquellos chavales vestidos de rojo y amarillo, pude ver que muchos de ellos eran de origen latinoamericano. Es decir, no solo seguían el futbol como meros aficionados de la misma manera que seguirían la liga inglesa (por decir una) sino que se identificaban con los colores de la bandera española!. No, no había salido ninguna ley del gobierno en la cual regalaban los papeles por ir vestido de esa manera ni nada por el estilo, lo hacían porque así lo sentían.

Pero como los españoles somo así, tuvimos que oir el comentario tan poco apropiado de María Escario, periodista de deportes de la cadena pública española, alertando que tuviéramos cuidado con nuestras carteras después de que uno de los jugadores de la selección mostrara su sorpresa positivamente, al igual que yo y que muchos otros, sobre la presencia de tantos seguidores de nacionalidad no española.

En definitiva, creo que a veces cometemos el error de ir por la vida con un filtro lleno de prejuicios que nos impide ver la realidad tal y como es, y que si también pusiéramos nosotros un poco de nuestra parte, quizás nos asombraríamos.

La inmigración puede suponer también una inyección de riqueza humana y cultural en esta sociedad, la nuestra, donde cada vez más el individualismo, el consumismo, materialismo y muchos ismos más, están dominando nuestro día a día. Sería bueno que transformáramos nuestros prejuicios y diéramos una oportunidad a todos aquellos que tienen tanto que enseñar; nos darían más de una buena lección.

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