miércoles, 11 de noviembre de 2015

A day in the bush

Al menos una vez al mes, intento salir de la oficina para conocer, de forma más cercana y práctica, nuestro proyecto. Hay cinco equipos que salen cada día a cinco destinos diferentes asignados por el supervisor, todos en la región de Yambio pero localizados a una distancia considerable del pueblo, lo que impide a su población-  junto a la precaria condición de las infraestructuras- tener acceso a servicios básicos de salud. El proyecto trabaja sobre la prevención y el tratamiento de VIH/Sida.

Esta vez quería unirme a un equipo que se trasladara lo más lejos posible de Yambio, un equipo que fuera hacía un lugar lo más aislado posible de la carretera principal, pero que contara con algún centro médico cercano (por razones que explico más abajo). Ribodo (que significa, fuente del río Bodo) era este lugar.

Como siempre me ocurre, por más que me esfuerce por evitar ideas preconcebidas, mi día transcurrió de una manera completamente diferente a cómo me había imaginado. Aunque sabes que verás una escuela y un centro médico, como tantas otras veces, éstos y la gente que allí encuentras, varían enormemente de un lugar a otro. 

Para empezar, una de las anécdotas divertidas del día fue que, junto a nuestra base, se encontraba una vieja iglesia con vigas de madera y techo de paja que ese día iba a ser destruida y reconstruida con la ayuda de toda la comunidad. Por este motivo, el lugar en el nos encontrábamos sería escenario de un ir y venir continuo de hombres, mujeres y niños; los primeros para la construcción, los segundos para la limpieza y comida y los últimos, acompañando a sus madres o simplemente, jugando. Esto resultó no solo entretenido, sino muy ventajoso para nuestro trabajo pues muchos aprovecharon para hacerse la prueba de VIH y recibir información.

Abajo muestro algunas fotos del proceso de construcción de la iglesia. Desgraciadamente, no pude verla terminada y es que un habitante de la comunidad, posiblemente ni demasiado integrado ni muy religioso, había robado, esa misma mañana, la paja que serviría de techo. Al parecer era alguien conocido por todos, y reincidente. Este suceso me permitió sin embargo conocer el procedimiento a seguir por la comunidad ante tales hechos: El secretario de la parroquia se disponía a escribir una carta explicativa (por supuesto, con su puño y letra) que posteriormente entregaría al jefe de la comunidad, el cual tomaría las medidas necesarias. Este respeto por los procedimientos y la jerarquía me dejó asombrada y, de nuevo, tumbó mis prejuicios generalistas, pues jamás lo hubiese imaginado en un país donde tomar la justicia por manos propias (o armas propias) no es algo tan descabellado.   





Educación y salud

Hay dos indicadores que me parecen especialmente representativos del nivel de desarrollo de cualquier población: la salud y la educación, por eso siempre que viajo, nunca dejo de visitar, al menos, un colegio y un centro de salud. Si el colegio de Lirango (la comunidad que visité el mes pasado) me pareció precario, el de Ribodo resultaba indescriptible, pues prácticamente no había infraestructura. Cuando llegué, lo que me encontré fue grupos de unos 15 chicos/as de edades muy variadas, sentados bajo árboles frondosos, en cuyos troncos colgaba una pizarra. Tan solo se veían algunas paredes semi-destruidas que hacían las veces de aula para los alumnos más avanzados.

Aunque algunos llevaban uniforme de colegio y se veían mochilas, cuadernos y libros (la mayoría extremadamente envejecidos), no todos contaban con este material. Otro punto que me llamó la atención, aunque lo haya visto ya muchas veces en las aldeas rurales de otros países, es que no hay ningún tipo de orden ni control, es decir, los chavales van y vienen de cualquier punto cuando les place y sin grandes reprimendas.  El que va a la escuela, es porque quiere, no hay más obligación que el del respeto hacia el profesor, hacía unos padres conscientes de la importancia de la educación o, ya en edad más adulta, la que se impone uno mismo. En parte se debe a que, al mismo tiempo, deben lidiar con otras obligaciones, como son ayudar en el campo, en la casa, o con los hermanos más pequeños. Pero esta flexibilidad no solo se aplica a los alumnos, sino que los profesores también deben cumplir con otras funciones como miembros de la comunidad. Así, ese mismo día vi profesores que ejercían como tal cuando fui a visitar el colegio, pero que más tarde formaban parte del grupo que reconstruía la iglesia o visitaban los tukuls para distribuir medicamentos entre los más pequeños, en el marco de una campaña contra la polio.

Gracias precisamente a esta campaña, pude conocer también más de cerca el lado personal de los tukuls, pues les acompañé en alguna visita para enriquecerme de la experiencia y sacar el máximo partido posible a mi salida del compound. Por otro lado, más que apaciguar mis ansias por conocer, no hicieron más que alimentarlas pues me daba ganas de plantear mil cuestiones, que solo el tiempo y la confianza me hubieran permitido resolver.

Sí aprendí algo más sobre el funcionamiento del “sistema sanitario” de la comunidad. En lo que se refiere a esta campaña contra la polio, se trataba, como decía, de habitantes de la comunidad, los cuales no cuentan necesariamente con un título relacionado con la medicina o la enfermería pero que se ofrecen voluntariamente a apoyar al centro de salud tras recibir un training específico para tal fin. Los medicamentos son almacenados en un local cuyas condiciones de salubridad dejan mucho que desear pero que es todo lo que les queda después de que, durante 5 años, el LRA (grupo armado ugandés) saqueara todo lo que encontraban a su paso, provocando el desplazo de miles de personas que solo recientemente han comenzado a volver. A parte de este pequeño local para guardar los medicamentos, no hay nada más. Si una mujer quiere dar a luz, bien lo hace en su casa o bien debe desplazarse al centro más cercano, el cual se encuentra a una distancia considerable teniendo en cuenta que el desplazamiento debe hacerse a pié debido a la falta de medios.

   Sin embargo, la pobreza, aunque presente, no es desoladora ya que todo el mundo tiene algo que comer (tuve la oportunidad de probar el plato típico de la región, en el que la mandioca lo es todo, pues hasta sus hojas se aprovechan para hacer una salsa que mezclada con crema casera de avellanas resulta realmente exquisita.) En esta zona del país, la pobreza está más relacionada con la salud y la falta de salubridad. Existe un abandono total por parte del Estado y solo el apoyo de las ONG y el de los propios habitantes de la comunidad traen un poco de humanidad y dignidad a la vida en el bush.



Para ver más fotos, pincha aqui





Una señora prepara comida para los hombres que trabajan en la construcción de la iglesia

Equipo de voluntarios para la prevención de la polio


Gracias al equipo que me adoptó ese día como parte de su equipo en el terreno

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