domingo, 27 de febrero de 2011

Esperanza


Tengo 32 años y hasta ahora, mi relación con los acontecimientos históricos se ha desarrollado bien a través de los libros, bien de los documentales. Llevaba tiempo preguntándome si seria el fin de los grandes cambios, si la homogenización de la información, el acceso generalizado a ella y las nuevas formas de comunicación habrían acabado con cualquier forma de reivindicación. Temía que nos hubiésemos vuelto seres inertes abandonados a los deseos de una democracia encubierta y a unos intereses económicos y políticos desde el punto de vista estratégico por parte de diferentes actores en el escenario internacional.

Los dos últimos grandes acontecimientos, de aquellos que quedan grabados en los libros de historia de los colegios, fueron la caída del Muro de Berlín y con él, el fin de la Guerra Fría, y también la Guerra de los Balcanes que afectó a aquellos países que poco a poco se están convirtiendo en nuevos miembros de la Unión Europea y con los cuales tenemos importantes relaciones por su cercanía geográfica. Han sucedido por supuesto otros acontecimientos importantes y tristes que han tenido lugar en otros países del planeta como en Latinoamérica o África, sobre todo, guerras civiles que por desgracia no quedarán tan marcados en nuestra memoria por no haber causado una cadena de efectos de la magnitud de los anteriores en los países llamado occidentales.

Lo que está sucediendo ahora, por un lado la crisis económica (y de valores, como decía en una entrada anterior) y por otro, las revueltas en algunos de los países del Magreb como Túnez, Egipto o Libia y también en otros países de la península arábiga, me hacen volver a mirar al mundo con la esperanza de que no estamos del todo muertos en ideales, en esperanzas y en aspiraciones a crear un cambio que exija justicia para todos. Durante demasiado tiempo hemos estado paralizados, como hipnotizados ante el descaro de muchos dictadores con los que hemos mantenido incluso relaciones comerciales, importándonos más los intereses económicos que cualquier forma de derechos humanos. Como la insostenibilidad de la economía ante la locura del consumo, los regímenes dictatoriales están tocando su fin gracias a la lucha de una población que ha dicho basta.

Como decía antes, esto nos repercute a nosotros, los europeos, los occidentales en tanto que hemos mantenido relaciones comerciales con ellos desde el fin de los colonialismos sin preguntarnos jamás en las repercusiones que tendría el hacerlo con gobiernos corruptos que no cuentan con el apoyo de su población. Así, donde más se está notando por el momento es en la subida de la gasolina que está llevando a tomar ciertas medidas no desarrolladas desde la época de Franco como es la reducción del límite de velocidad, pero esta subida en el precio del petróleo se verá también reflejada en el precio de los alimentos y de otros muchos productos básicos de los que dependemos.

Todo esto supone por tanto un nuevo aviso al sistema y a la manera en la que hemos estado desarrollándonos en las últimas décadas, un aviso que nos alerta de los fallos de un sistema que creíamos exitoso hasta el momento. Y si sabemos hacer las cosas bien, si reflexionamos como requieren los acontecimientos y potenciamos una actitud autocrítica, reformularemos dicho sistema y daremos al mismo tiempo una lección positiva a aquellos países que están en estos momentos luchando por su propia democracia. Estos países requieren de nuestro apoyo y nos ven como modelo a seguir, no deberíamos defraudarles una vez más.

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